Y el abuelo le respondió que sí, que había una vez "un pombero adolescente, de noventa años",llamado Karapemí(petiso),que vivía con su añoso abuelo en el tatakuá(horno rural)de una casona tan vieja como el nombre del pueblo,Areguá.(pueblo de alfareros)
El añoso abuelo de Karapemí le contó que en un ñorairoguazú(gran guerra)que hubo, conoció a un artísta que dibujaba los momentos de la guerra,y que estuvo con el cuando el gran Mburuvichá(jefe)le invitó un poguazú.(cigarro grande)
Pero como el pintor no pitaba, lo fumó el y así comenzó a gustarle el tabaco al pombero.
En un kambuchí(cántaro)que llevó de regalo una vecina, llegó Karapemí a Buenos Aires.Siempre quiso conocer los cuadros del amigo de su abuelo. Cuando los vió sintió una gran tristeza, en su py'a(corazón,conciencia)de pombero no entraba tanto jejuká.(matanza)
Recorrió las calles y se sintió intrigado,pero muy feliz cuando se dió cuenta que no asustaba a nadie,que nadie le temía, y que en la gran ciudad había mas póras(cuco,fantasmas) y moñai(seres mitológicos) que en todo el clan a la que el pertenecía.
El obelisco le pareció que -para cigarro-era un poco largo; del planetario dijo que era el tatakúa(horno)mas grande del mundo,que le gustaría tener uno igual para compartir con su abuelo.
Fué a una villa y escuchó que su nombre era conocido cuando una Mamá dijo -Cháke el pombero en el asajé!(¡cuidado con el duende de la siesta!)
También le dijo el abuelo a su sorprendido nieto que Karapemí sigue esperando el próximo Kambuchi que lo lleve de nuevo a su pago tuja.(viejo pueblo)
Leyendas del ser fomoseño